Introducción. Notas aclaratorias.
El autor nos advierte que este libro no es un manual acerca del arte
de amar, sino que pretende demostrarnos que el amor uno es un sentimiento
fácil para nadie. Amarnos a nosotros mismos no puede lograrse sin
la capacidad de amar a los demás.
Antes de continuar me gustaría exponer algunas anotaciones personales
en referencia a la estructuración del trabajo, aportaciones críticas
personales o la terminología empleada.
He decidido seguir la esquematización utilizada por el autor
en el libro, al considerarla adecuada, siguiendo un orden lógico
que permita exponer con claridad el contenido.
A la hora de incluir algunos comentarios personales, sobre ciertas
afirmaciones que me parecían chocantes o al menos curiosas, o ciertas
dudas que me surgían, he optado por incluir estos comentarios en
el desarrollo del trabajo en vez de dedicar un apartado al final, evitando
de esta forma tener que repetir la idea desarrollada por Fromm al mismo
tiempo que situarlo en el mismo lugar donde se expone el argumento fruto
de la crítica o comentario. Para distinguir esta aportación
personal de lo dicho por Erich Fromm el texto figura con letra en cursiva,
apareciendo al final de un bloque determinado y no intercalado entre dos
párrafos que traten el mismo tema, intentando evitar la confusión.
Por último, me gustaría aclarar un aspecto acerca de
la terminología empleada. Los términos usados pueden ser
considerados masculinizantes, por ejemplo, el uso de niño o hijo
cuando podría ser niña e hija, hombre cuando se está
haciendo referencia al propio ser humano, o es una distinción indistinta
cuyo ejemplo servía de igual manera ya se fuera hombre o mujer.
Fromm juega un poco con esto y unas veces usa uno u otro, aunque primando
el masculino, no obstante, para evitar confusiones decidí utilizar
siempre el masculino, pero dejando claro que hago referencia a uno u otro
sexo al mismo tiempo e indiferentemente.
Sin más dilaciones, a continuación paso al trabajo en sí.
¿Es el amor un arte?
La mayoría de la gente cree en el amor como una sensación
placentera; sin embargo, el autor considera el amor un arte que requiere
conocimiento y esfuerzo.
La mayoría de la gente cae en el error de suponer que no hay
nada que aprender sobre el amor, y ello se debe a varios motivos: considerar
que el problema del amor consiste en ser amado y no en amar, valorando
aspectos como el éxito, ser poderoso, rico, ser atractivos, en definitiva,
una mezcla de popularidad y sex-appeal; el hecho de creer que amar es fácil
y lo difícil es encontrar a quien amar, la importancia del objeto
frente a la de la función, la suposición de que el problema
del amor es el de un objeto y no de una facultad; la confusión entre
la sensación inicial del "enamorarse" y el permanecer enamorado
cuando la otra persona ya no es desconocida y se pierde el halo de misterio
inicial.
El amor es un arte, y todo arte necesita un proceso de aprendizaje,
tanto en lo teórico como en el aspecto práctico.
Hay un aspecto curioso que Fromm comenta en referencia a los errores
que lleva a muchas personas suponer que no hay nada que aprender sobre
el amor. Afirma que las relaciones amorosas humanas siguen el mismo esquema
existente en el mercado de bienes y de trabajo, en la idea de un intercambio
mutuamente favorable. "Una mujer o un hombre atractivos son los premios
que se quiere conseguir".
La Teoría del amor
El amor, la respuesta al problema de la existencia humana
En los animales, sus afectos constituyen una parte de su instinto,
algo que también permanece en el hombre. El hombre sufre la necesidad
de superar su separatidad, de abandonar "la prisión de su soledad",
porque la vivencia de la separatidad provoca angustia. La solución
a esta soledad ha recibido varias respuestas a lo largo de la historia,
utilizando varios medios que ayuden a alcanzarla tales como adorar animales,
conquistas militares, lujuria, trabajo obsesivo, creación artística,
amor a Dios, amor al Hombre. En el niño la presencia de la madre
evita su sentimiento de separatidad.
Fromm nos habla de "estados orgiásticos". Muchos rituales de
tribus primitivas utilizaban las drogas como forma de escapar del estado
de separación, o a través de la experiencia sexual, siendo
el orgasmo un estado similar al provocado por un trance o los efectos de
ciertas drogas. Las orgías sexuales comunales formaban parte de
muchos rituales primitivos. Participar en estos estados orgiásticos,
al ser una práctica común e incluso exigida por los médicos
brujos o sacerdotes, no producía angustia, sentimiento de culpa
o vergüenza.
En una cultura no orgiástica se trata de escapar de la separatidad
a través del alcohol o las drogas, experimentando el individuo sentimientos
de culpa y remordimiento. El acto sexual sin amor no elimina, salvo en
forma momentánea, el abismo que separa a dos seres humanos. En esta
cultura esta forma de escapar de la separatidad provoca una cada vez mayor
sensación de separación.
Las uniones orgiásticas son intensas, ocurren en mente y cuerpo,
son transitorias y periódicas.
Hay otro aspecto a considerar, la unión basada en la conformidad
con el grupo. El hombre pasó de vivir en un grupo pequeño
a integrarse en ciudades, estados, miembros de una iglesia. La uniformidad
predomina en una unión donde el ser individual desaparece en pro
de la pertenencia al rebaño. La conformidad con el rebaño
es la forma predominante, donde los pensamientos, las costumbres, la forma
de vestir, los empleos, el ocio... no difieren apenas entre los ‘diferentes’
individuos que forman parte de la colectividad. Se cree ser diferente,
tener ideas o pensamientos propios cuando en realidad son prácticamente
los mismos, creer que poder elegir entre unas determinadas diferencias
aceptadas por una mayoría representa una ausencia de conformismo
o que esto es ser individualista. La igualdad como condición para
el desarrollo de la individualidad. Esta estandarización o igualdad
conviene a la sociedad, como forma de evitar fricciones. Incluso lo que
muchos suponen un gran logro, la igualdad de las mujeres, forma parte del
movimiento conducente a la eliminación de las diferencias. Es curioso
lo que escribe Fromm: "la polaridad de los sexos está desapareciendo,
y con ella el amor erótico, que se basa en dicha polaridad".
Pero la unión por la conformidad no soluciona per se la angustia
de la separatidad. Síntomas de sus fallos son el alcoholismo, el
abuso de las drogas, la sexualidad compulsiva o el suicidio. Al mismo tiempo,
a diferencia de las soluciones orgiásticas, afecta sobre todo a
la mente y no al cuerpo. La única ventaja de la conformidad es la
permanencia. Otros aspectos a considerar son la rutina en el trabajo y
el ocio. Existe poca iniciativas ante unas tareas prescritas por la organización
del trabajo. Las diversiones están rutinizadas y prefabricadas.
Es concluyente la pregunta que Fromm se/nos hace. "¿Cómo
puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que
es un hombre, un individuo único, al que sólo le ha sido
otorgada una única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones,
con dolor y temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad?"
Una tercera forma de lograr la unión sería la actividad
creadora, donde el individuo que crea y su objeto se tornan uno. Esto no
englobaría al trabajador de una cadena de montaje, que se siente
bastante alejado de aquello que produce en su trabajo rutinario.
Pero la unión lograda en la fusión orgiástica
es transitoria, la que proporciona la conformidad es una pseudo-unidad
y la actividad creadora no es interpersonal. Así, Fromm concluye
que ante estas respuestas parciales sólo el amor puede lograr la
fusión con otra persona, siendo el "impulso más poderoso
que existe en el hombre". Tan convencido está Fromm de ello que
llega a escribir que "sin amor, la humanidad no podría existir un
día más".
Sin embargo, ahora surge una duda, ¿de qué amor estamos
hablando? ¿el amor como solución al problema de la existencia
o como unión simbiótica? Fromm critica el amor como unión
simbiótica, lo considera una forma inmadura de amar. Podría
hablarse de unión simbiótica entre el feto y la madre embarazada;
la sumisión o masoquismo, donde la persona renuncia a su integridad
convirtiéndose en instrumento de alguien o algo ajeno a él;
la dominación o sadismo, forma activa frente a la pasiva que representa
la sumisión, quien escapa de su soledad creando en otro individuo
la prolongación de su ser.
Es por ello que cuando Fromm habla de amor se refiere a un amor maduro
donde "se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante,
siguen siendo dos". Hay que entender la capacidad de amar como acto de
dar, sin pensar en el sentido mercantilista donde dar implica recibir.
Al final, dar significa recibir, porque cuando se da con sinceridad no
se deja de recibir, o como bien dice Fromm "el amor es un poder que produce
amor". Y esto no sería circunscribible sólo al amor, podríamos
por ejemplo hablar del maestro que aprende de sus alumnos.
Pero el amor no sólo es dar, también implica cuidado,
responsabilidad, respeto y conocimiento, todos conformando una interdependencia
mutua. No amamos aquello que no cuidamos. La persona que ama, responde.
Respeto como preocupación por el prójimo, evitando así
que la responsabilidad degenere en dominación; o como dice una vieja
canción francesa, el respeto sólo existe sobre la base de
la libertad. Pero el cuidado, la responsabilidad o el respeto no son posibles
si conocer a la persona. Como dice Fromm, "el conocimiento sería
vacío si no lo motivara la preocupación". Sólo el
amor hace posible el conocimiento, en el acto de amar me encuentro a mí
mismo. Sin embargo, ya decía el sabio que mientras más sabía
más se daba cuenta de que, en realidad, no sabía nada. Otra
frase curiosa que escribe Fromm es que "la consecuencia última de
la psicología es el amor".
Hasta ahora se ha hablado del amor como forma de afrontar la separatidad
humana. Pero existe una necesidad existencial de unión de orden
biológico, la polaridad de los sexos. Fromm critica la teoría
freudiana acerca de la sexualidad, diciendo Freud que la finalidad del
deseo sexual es la eliminación de la tensión química
producida en el cuerpo, sin tener en cuenta el aspecto psicobiológico
de la sexualidad, la polaridad hombre-mujer y el deseo de resolver esta
polaridad a través de la unión.
Es curiosa la conclusión a la que llega Fromm acerca de las actitudes homosexuales: "La desviación homosexual es un fracaso en el logro de esa unión polarizada, y por eso el homosexual sufre el dolor de la separatidad nunca resuelta, fracaso que comparte, sin embargo, con el heterosexual corriente que no puede amar". Salvando las distancias, creo que podría estar equivocado. Si bien no parece demostrado que en los homosexuales haya aspectos patológicos diferenciadores con respecto al resto de su sexo, hay evidencias que sugieren que los genes pueden ser un factor en la orientación sexual; aunque otras opiniones, como la de Sigmund Freud, afirman que es más probable que los factores determinantes sean las experiencias durante la infancia. En este último punto, Freud afirma que la falta de un progenitor del mismo sexo con el cual poder identificarse podría ser una causa de la homosexualidad. Si nos remontáramos al siglo XIX la homosexualidad era entonces clasificada como enfermedad.
El amor entre padres e hijos
El niño al nacer no tiene conciencia de la realidad que le rodea
o de sí mismo. Tan sólo siente la estimulación del
calor de la madre y el alimento, la satisfacción y seguridad que
la madre le produce; lo exterior es real en función de sus necesidades.
Cuando crece aprende a percibir las cosas, aprendiendo a manejar las cosas
y a la gente. Siente el amor incondicional materno. Los niños entre
los ocho y medio a los diez años ya pueden amar y no sólo
responder con gratitud y alegría al amor que reciben. El niño
pasa de su egocentrismo a valorar las necesidades de los demás,
donde dar o amar es más satisfactorio que recibir, sintiendo una
nueva sensación de unión. Fromm lo reduce a lo siguiente
"El amor infantil sigue el principio: ‘Amo porque me amar’. El amor maduro
obedece al principio: ‘Me aman porque amo’. El amor inmaduro dice: ‘Te
amo porque te necesito’. El amor maduro dice: ‘Te necesito porque te amo’."
El amor al padre es diferente y de poca importancia durante los primeros
años de la vida del niño, el padre "no representa un hogar
natural" de donde venimos. El padre será quien enseñe al
niño el camino hacia el mundo, en un amor que es condicional que,
a diferencia del materno, puede ser controlado. Después de los seis
años, el niño comienza a necesitar el amor del padre, su
autoridad y su guía. La función de la madre es la de aportar
seguridad, el padre será quien enseñe y guíe ante
los problemas que plantea la sociedad. Las cualidades paternas serían
la disciplina, independencia, habilidad de dominar la vida por sí
mismo.
La base de la salud mental y el logro de la madurez son fruto del éxito
de la relación madre-niño y padre-niño. La neurosis
es fruto del fracaso o ciertos desajustes en esta relación. Así,
"ciertos tipos de neurosis, las obsesivas, por ejemplo, se desarrollan
especialmente sobre la base de un apego unilateral al padre, mientras que
otras, como la histeria, el alcoholismo, la incapacidad de autoafirmarse
y de enfrentar la vida en forma realista, y las depresiones, son el resultado
de una relación centrada en la madre."
Creo que es bastante discutible cuando dice: "Si un individuo [al llegar a la etapa adulta] conservara sólo la conciencia paterna, se tornaría áspero e inhumano. Si retuviera únicamente la conciencia materna, podría perder su criterio y obstaculizar su propio desarrollo o el de los demás".
Los objetos amorosos
Es un error pensar que sólo amamos a una determinada persona,
pues esto no es sino una relación simbiótica o egotismo ampliado.
Como poéticamente escribe Fromm, "si amo realmente a una persona,
amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida". Aunque esto no quita
que podamos distinguir diversos tipos de amor.
Como objetos amorosos se distinguen el amor fraternal, el amor materno,
el amor erótico, el amor a sí mismo y el amor a Dios.
Amor fraternal
Entendamos por amor fraternal como el amor a todos los seres humanos,
tal como Jesús decía a sus discípulos que amaran a
su prójimo como a sí mismos. Así, el amor sólo
comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos por un
fin egoísta.
Amor materno
De esto ya se ha hablado antes, sin embargo, quedaría por añadir
algunas observaciones. El amor materno no sólo contribuye a la conservación
de la vida del niño y su crecimiento, sino también debe inculcar
en el niño el amor a la vida. El amor madre-niño crea una
dependencia de éste último necesaria, y a diferencia del
amor erótico, donde dos seres separados se vuelven uno, en el amor
materno dos seres que estaban unidos se separarán. En el momento
de la separación el amor materno se hace más difícil,
imposible si una madre no puede "amar a su esposo, a otros niños,
a los extraños, a todos los seres humanos."
Amor erótico
A diferencia del amor fraterno o el materno, el amor erótico
es una unión con una única persona, exclusivo y no universal,
siendo "la forma de amor más engañosa que existe". No hay
que confundirlo con la experiencia de "enamorarse", situación ésta
limitada por el hecho de llegar a conocer a la otra persona tanto como
a uno mismo, o mejor dicho, tan poco. Otros factores que muchas personas
se confunden al considerarlos formas de salvar la separatidad son hablar
de uno mismo, de las esperanzas, mostrar aspectos infantiles, establecer
un interés común frente al mundo... También es erróneo
confundir el deseo sexual con el amor, aunque el amor pueda inspirar el
deseo de la unión sexual. El deseo sexual sin amor no conduce a
la unión, salvo en sentido orgiástico transitorio.
Un aspecto importante a considerar es la ya comentada exclusividad
del amor erótico. El amor erótico sólo excluye el
amor a los demás como fusión erótica. Hemos visto
el amor erótico como atracción individual y concreta entre
dos personas, pero también podríamos hablar de un acto de
voluntad y un compromiso, pues de ser sólo sentimiento no tendría
sentido hablar del amor eterno, del matrimonio hasta que la muerte los
separe. Aquí Fromm no distingue entre el matrimonio decidido por
terceros y el de la elección individual, pues la voluntad será
la que garantice la continuación del amor.
Ante lo expuesto me hago las siguientes preguntas: ¿Existe el amor eterno? ¿Sólo puede existir amor erótico entre dos personas, no puede haber una tercera? ¿No es más intenso el amor como elección individual que el convenido por otros intereses, aun cuando la voluntad y compromiso haga permanecer unida a la pareja?
Amor a sí mismo
Son muchas las opiniones que a lo largo de los tiempos han puesto objeciones
al amor a sí mismo. Unos lo consideraron pecado, otros como Calvino
lo calificarían de "peste", hablarían de narcisismo, de ser
insano, que el amor a sí mismo excluye el amor a los demás.
Fromm es tajante al afirmar que es una "falacia lógica" hablar
de esta exclusión recíproca. Por todos es conocida la frase
bíblica "ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero, ¿qué
explicación tiene el egoísmo si el amor a mí mismo
y a los demás es conjuntivo? Ante esto la respuesta es que "el egoísmo
y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente
opuestos". Si un individuo sólo ama a los demás, no puede
amar en absoluto; por el mismo motivo, si sólo se ama a sí
mismo, nada sabemos sobre lo que es amar. El egoísta ni tan siquiera
llega a amarse a sí mismo, sintiéndose vacío, infeliz,
preocupado por arrancar a los demás las satisfacciones que él
no puede/quiere conseguir. En el caso de una madre sobreprotectora, más
que un amor excesivo lo que muestra es la forma de compensar su total incapacidad
de amar. En esencia poco diferencia el efecto producido por la madre generosa
y la madre egoísta, pudiendo ser peor la primera, en cuanto los
hijos evitan criticarla, se sienten presionados, la obligación de
no desilucionarla. Para llevar a un niño a conocer la felicidad,
el amor y la alegría no hay nada como una madre que se ama a sí
misma. Algo similar podría decirse de una persona ‘generosa’ que
poco o nada quiere de sí mismo y sólo vive para los demás:
no es feliz, es hostil hacia la vida, la generosidad es una fachada que
esconde un intenso egocentrismo.
Creo que deja en muy mal lugar a la madre sobreprotectora. Si bien llevado a un caso extremo puede ser cierto lo que afirma Fromm, en un caso normal es una actitud relativamente normal que no creo que tanto perjudique al niño porque, ¿cuál es el límite de la intensidad con la que debemos o podemos amar a otros o a nosotros mismos? ¿está demostrado que rebasar este supuesto límite, si acaso existe, tiene unos efectos más negativos que positivos?
Amor a Dios
Si consideramos el número de páginas que Fromm utiliza
para hablar del amor a Dios, parece ser más complejo o importante
que los precedentes.
Si hubiera que sintetizar la idea que Fromm aporta acerca de la necesidad
de amar, podríamos decir que esta necesidad existe motivada por
la separatidad, como forma de superar la angustia que el estado de separación
produce en el hombre, siendo la unión la solución.
El hombre surge de la naturaleza, de la madre, de una unidad original
a la que se aferra por encontrar en ella seguridad. En una primera etapa
evolutiva se identificaba con los animales y los árboles; muchas
religiones primitivas reflejan esta etapa evolutiva. Posteriormente es
capaz de moldear figuras en arcilla, metales, cuando ya no depende tanto
de la naturaleza; entonces aparecen los ídolos que adquieren apariencia
humana. Parece haber existido una fase matriarcal de la religión
anterior a la patriarcal en determinadas culturas. La fase patriarcal marca
determinados principios o normas a obedecer, la sociedad patriarcal es
jerárquica; pero los aspectos maternos no pueden ser totalmente
eliminados, teniendo un claro ejemplo en la Virgen de la religión
católica. En muchos casos los dioses han evolucionado de la misma
forma que lo hacía la sociedad; el paso de una estructura social
centrada en la madre a una centrada en el padre produjo el campo de dios
matriarcal a patriarcal. Dios en la religión católica es
un ente sin nombre, justo aunque severo en ocasiones, es amor, se compromete,
es la fuente de toda existencia. Es la figura del padre al que hay que
obedecer, un amor condicionado, que premia ante los buenos actos y se enoja
ante la desobediencia.
Fromm examina la diferencia entre la lógica aristotélica
y la paradójica, una primera donde lo que ‘es’ no puede ser al mismo
tiempo ‘no ser’, y la otra que sí acepta esta premisa. Así,
a través de la lógica paradójica podemos concluir
que el amor a Dios no es conocer a Dios a través del pensamiento,
sino el acto de experimentar la unidad con Dios. Desde este punto de vista
lo importante no es el pensamiento, sino el acto. La lógica paradójica
llevó al hombre a la tolerancia y la autotransformación,
la aristotélica al dogma y la ciencia; en el primer caso podríamos
hablar de oriente y en el segundo de occidente. Así, en occidente
el amor a Dios es sobre todo una experiencia mental, mientras que en las
religiones orientales es una "intensa experiencia afectiva de unidad".
Existe un importante paralelismo entre el amor a los padres y el amor
a Dios. El amor a Dios es inseparable del amor a los padres, su amor al
hombre, en una relación determinada por la estructura de la sociedad
en que vive; así, si la estructura social es la de sumisión
a la autoridad, el concepto de Dios será infantil y alejado de un
concepto maduro.
El amor y su desintegración
en la sociedad occidental contemporánea
Si partimos de la premisa de que el amor es una capacidad del carácter
maduro, observando la sociedad occidental es indudable que el amor es un
fenómeno relativamente raro, dándose en realidad diferentes
formas de pseudoamor o "desintegración del amor".
La estructura social, regida por el capitalismo, en un principio de
supuesta libertad política y de mercado, necesita mano de obra obediente
y eficiente, al mismo tiempo que consumidores impulsivos y poco críticos,
personas que se sientan libres e independientes que encajen sin dificultades
en el engranaje social. Esto ha producido en el hombre la enajenación
de sí mismo y de lo que le rodea, en una situación de angustia
e inseguridad que hace imposible superar una separatidad ante la que la
sociedad ofrece muchos paliativos: rutinización del trabajo, el
consumo, el ocio prefabricado. Parece que la felicidad pasa por divertirse,
y esto implica consumir. Los autómatas no pueden amar, el amor llega
a equiparse con las condiciones mercantilistas que rigen la sociedad, en
unas relaciones que suelen ser artificiales. Se ha mantenido el error de
pensar que el éxito del amor tan sólo radica en la satisfacción
recíproca en el aspecto sexual, cuando en realidad el problema es
el amor: está demostrado que los problemas sexuales más frecuentes
no tienen su causa en el desconocimiento de la técnica adecuada
sino en las inhibiciones que impiden amar. El temor o el odio al otro sexo
es la raíz de la dificultad de entregarse por completo.
Fromm critica en Freud su concepto materialista del amor, del amor
considerado básicamente un fenómeno sexual, de un sentimiento
de unidad que Freud lo interpretaba como fenómeno patológico
de regresión a un estado de temprano "narcisismo ilimitado", de
no distinguir entre el amor irracional y el amor maduro.
En Sullivan critica su idea de que el amor es una situación
de colaboración entre dos personas que sienten, en lo que Fromm
denomina "egotismo à deux", donde dos personas aman sus intereses
frente a un mundo hostil y enajenado.
Así, el amor como satisfacción sexual recíproca
y el amor como "trabajo en equipo", constituyen las formas "normales" de
la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea.
Se describen cierto tipos de relaciones neuróticas amorosas.
Un primer ejemplo es la inmadurez emocional y afectiva, fruto de una relación
infantil materna/paterna no superada; personas que muestran un gran amor
y afecto, que en cierta forma es superficial e irresponsable, que entran
en profundas contradicciones y desengaños cuando creen no ser correspondidos
en su justa medida; o la situación en donde la madre fue fría
e indiferente y el padre concentra todo su afecto e interés en el
hijo, pero de forma también autoritaria, premiando y castigando,
lo que lleva al hijo a comportarse como un esclavo, a complacer al padre,
y esto lo trasladará posteriormente en sus relaciones personales
intentando encontrar la figura paterna con la que poder mantener una conducta
similar, personas que suelen tener éxito social pero relegan a un
segundo plano el aspecto afectivo interpersonal.
Un matiz más complicado presenta el hijo ante unos padres que
no se aman e intentan ocultárselo. El hijo desconoce lo que los
padres piensan y sienten, lo que le hace retraerse en su propio mundo,
y esto lo trasladará a las relaciones amorosas posteriores, necesitando
a veces que las acciones masoquistas le liberen de la carga de tensión
y miedo provocada por su nula afectividad.
Otras formas frecuentes de amor irracional son: el amor idolátrico,
en el que se tiende a "idolizar" a la persona amada, siendo característico
su comienzo intenso aunque de difícil permanencia; el amor sentimental,
más fantástico que real, como el experimentado ante una película,
novela o canción romántica, o en el recuerdo de un pasado
común por el que se muestra un amor que entonces no existió,
o la esperanza de un amor futuro inexistente en el presente; otra forma
de amor neurótico pasa por el uso de mecanismos proyectivos, buscando
las propias falta ignoradas en los demás, o la de intentar dar sentido
a la propia vida a través de la vida de los hijos.
Fromm insiste en el error frecuente de pensar que el amor significa
necesariamente la ausencia de conflicto, cuando en realidad los ‘conflictos’
de la mayoría de la gente son formas de evitar los "verdaderos conflictos
reales", no siendo éstos últimos en absoluto destructivos.
El amor es un desafío constante, que parte desde el centro de
nuestra existencia, en la experiencia de dos seres "que son el uno con
el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos".
Si pensamos en el aspecto religioso, la vida diaria está separada
de cualquier valor religioso fruto del mismo automatismo que nos impide
amar a los demás o a nosotros mismos, donde el hombre moderno se
ha transformado en un artículo más del engranaje mercantilista,
preocupado por un éxito que llega a olvidarse del propio yo, de
la propia existencia al margen de los sentimientos.
Hay una frase muy interesante que escribe Fromm: "El hombre contemporáneo
es más bien como un niño de tres años, que llora llamando
a su padre cuando lo necesita, o bien, se muestra completamente autosuficiente
cuando puede jugar". Dios podría ser ese padre, o la madre que te
ama sin condiciones, y el juego no es mas que nuestra aceptación
y participación en un mundo donde prima el mercantilismo que nos
hace creer que lo óptimo es participar en él aceptando las
reglas del juego. Pero esto no anula el sentimiento de separatidad ampliamente
descrito, más bien lo oculta, y esto provoca sentimientos contradictorios,
angustias, fobias, inadaptación ante nosotros mismos y ante los
demás.
La práctica del amor
La práctica del amor es una experiencia personal ante la cual
no existen recetas, no obstante, existen ciertos enfoques y premisas que
nos pueden ser útiles.
Ya se comentó que el amor es un arte, y todo arte requiere disciplina,
concentración, paciencia, una preocupación suprema por el
dominio del arte y, por último, ser consciente de que un arte no
se aprende sino de una forma indirecta.
El hombre moderno es excesivamente indisciplinado fuera del entorno
laboral. La falta de concentración nos impide estar a solas con
nosotros mismos. Todo a nuestro alrededor se muestra acelerado, lejos de
esa paciencia necesaria para la quietud y el disfrute verdadero, creyendo
que algo se pierde cuando no actuamos con rapidez, cuando es justamente
lo contrario. Otra condición es la preocupación por el arte
que debemos dominar, pasar de ser un mero aficionado a ser un maestro.
¿Por qué había de aprenderse a amar de una forma indirecta?
Porque antes de comenzar con el arte mismo, son muchas las cosas que, aunque
aparenten no tener relación alguna, son fundamentales.
Cuando se habla de disciplina, se hace referencia a una práctica
fruto de nuestra propia voluntad, que se sienta como algo agradable. La
concentración es algo más complicado, requiere saber estar
sólo con uno mismo, sin hacer nada más que eso, siendo una
condición indispensable para la capacidad de amar, pero al mismo
tiempo hemos de concentrarnos en todo lo que uno hace. Y esta concentración
pasa inevitablemente por saber escuchar, que no es lo mismo que oír.
Porque estar concentrado significar vivir plenamente en el presente. Hay
que pensar continuamente en uno mismo, analizarse, sensible ante los demás.
Es fácil ser sensible ante los procesos corporales, pero ya no lo
es tanto para los mentales.
Aquí se señala un factor altamente crítico del
sistema educativo, que se fundamenta en la transmisión de cierto
tipo de conocimiento en detrimento o ausencia de los rasgos y actitudes
humanas.
Hasta aquí se han descrito las condiciones necesarias para la
práctica de cualquier arte pero, ¿cuáles son las cualidades
con verdadera importancia para la capacidad de amar? En primer lugar superar
el propio narcisismo, adquirir una visión lo más objetiva
posible del mundo exterior sólo alcanzable utilizando la propia
razón en una actitud de humildad. Así, el amor requiere humildad,
objetividad y razón. La objetividad y la razón representan
la mitad del camino hacia el dominio del arte de amar, pero sin olvidar
que no basta con aplicarlo a la persona amada, pues del no aplicarlo al
resto del mundo estaríamos abocados al fracaso en ambos sentidos.
Hay que tener fe, pero no la fe irracional en una persona o una idea donde
hay que someterse a una autoridad también irracional, sino una fe
racional en el propio pensamiento y en el juicio, tener fe en otra persona
como signo de confianza, "de la esencia de su personalidad, de su amor".
Al mismo tiempo es imprescindible la fe en uno mismo, pues "sólo
la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a los demás",
la fe en el propio amor, la fe en la humanidad. Tener fe necesita del coraje,
la capacidad de arriesgarse, llegando incluso a aceptar el dolor y la desilusión.
La práctica de la fe y el valor deben ser ingredientes de la vida
diaria. ¿Por qué amar es un acto de fe? Porque amar significa
comprometerse sin garantías, entregarte a la persona amada con la
esperanza de producir amor.
Otra condición necesaria para amar es la actividad, ser activo
tanto en el pensamiento como en el sentimiento.
Pero todo lo descrito está inseparablemente unido al dominio
social, es decir, como ya se ha dicho antes el amor no sólo ha de
residir en las relaciones con la propia familia, los amigos y las relaciones
eróticas, sino también para con todos los que están
en contacto con nosotros a través de nuestras actividades diarias.
Sin embargo, los principios sobre los que se basa la sociedad capitalidad
y el principio que ha de regir el amor son incompatibles. Es por ello que
para que el amor se convierta en un fenómeno social y no una excepción
individualista y marginal, han de producirse importantes y radicales cambios
en la estructura social. Fromm no se plantea una respuesta a este cambio
social, pues requeriría otro libro, pero sí sugiere un camino
a seguir. Hay que pasar de la omnipresencia del interés económico,
donde los medios se convierten en fines, donde el hombre es un autómata,
a una sociedad donde el hombre ocupe el lugar supremo y la máquina
económica esté para servirlo y no para ser servida, donde
el amor no esté separado de la propia existencia social. Porque,
en definitiva, "el amor es la única respuesta satisfactoria al problema
de la existencia humana".
Es chocante, aunque tiene su fundamento, la recomendación
que Fromm nos hace como necesario para aprender a concentrarse: evitar
las conversaciones triviales y las malas compañías. Esto
es complicado en el mundo actual, donde la hipocresía es común,
donde la trivialidad predomina. Porque, si eliminamos la hipocresía
y la trivialidad podemos correr el riesgo de quedarnos más solos
de lo que ya por sí estamos, aunque también es cierto que
la amistad y el amor se tornarían verdaderos. Creo que, en cierta
forma, somos conscientes de una trivialidad e hipocresía que aceptamos
y de la que también participamos, pero somos conscientes de cuándo,
cómo y con quién la sinceridad es real y permanente, quizás
son pocas las personas. A veces no se trata de eliminar o evitar, sino
de ser consciente de ello.
Por otro lado, me surge una duda en lo que a simple vista parece
una contradicción. Fromm habla del amor como acción de dar,
sin condiciones previas, sin esperar nada a cambio aunque el recibir sea
inevitable. Por otro lado, nos dice que amar significa comprometerse sin
garantías, lo cual concuerda con lo antes dicho, pero este amar
es una entrega "con la esperanza de producir amor en la persona amada".
¿Acaso esta esperanza no es una posición a priori de esperar
algo a cambio? ¿se produce la unión cuando a ese dar sin
condiciones no le sigue un recibir parte de lo que anteriormente dimos?
¿es una posición mercantilista, o acaso una necesidad innata?
Creo que esto no queda suficientemente claro.