Ir de frente por la vida
Juan Andrés Cardozo

Ir de frente, siempre de frente, por la vida. Ésta es la consigna. La idea central para erigir y sostener una existencia digna, creciendo en cualidades y méritos.

Ir de frente por la vida y su circunstancia es ciertamente una actitud. Pero también y sobre todo es una ética.

Hace a la voluntad de mantenerse erguido frente a los imponderables avatares del destino. Y hace también al carácter de avanzar permanentemente a cara descubierta, con las manos limpias y el corazón abierto, rompiendo obstáculos.

En el cotidiano habitar del mundo el problema no son los otros, los otros con los que alternamos la existencia, sea en la cercanía del hogar o en la esfera de la actividad social. El problema somos nosotros; está en mí, en este sujeto que soy yo.

Debemos educarnos para comprender y asumir nuestras responsabilidades. Por lo general nos forman para ser dependientes, para esperar más de los otros que de nosotros mismos. Es una mala educación. No sirve para ir de frente por la vida.

Las posibilidades residen en nuestros esfuerzos. Una tesonera persecución de fines consigue los propósitos. Crea oportunidades, modifica el campo árido en verde y enrojecido horizonte. La primavera depende de sí misma, de sus cualidades para transformar en esplendorosa vida lo que el duro invierno ha marchitado.

Hay que amar las virtudes humanas. Y la forma de amarlas es practicándolas. Hoy casi nadie habla de virtudes, nos advierte el filósofo francés André Comte-Sponville. Y nos recuerda que es preferible enseñarlas, como decía Spinoza, que condenar los vicios.

Son muchas las virtudes. Comte-Sponville hace un tratado de la cortesía, la fidelidad, la prudencia, la temperancia, el coraje y la justicia, definiendo la virtud como "la voluntad de actuar humanamente". Y con sólidos argumentos y no menor belleza expone asimismo la importancia de la gratitud, la humildad, la simplicidad, la tolerancia y el amor.

El amor ama la excelencia. Amamos, con sinceridad, lo mejor. Lo más digno y lo más admirable. Ello porque nosotros mismos nos consideramos capaces de superarnos, de merecer la atención y el deslumbramiento de los otros.

¿Qué de humano tiene este amor que no aprecia la inferioridad, la medianía y la pusilanimidad; lo carente de excelsitud?

Se trata de un amor ético, de una virtud que proclama la preferencia de la calidad sobre la ineptitud, lo pleno y bueno sobre lo precario e inútil.

El que se ama a sí mismo puede crecer. Y no naufragar en el vacío de una existencia sin salida.

Ir de frente supone un potente motor interior. Un espíritu que es llama y fuerza, que ilumina y empuja.

El ser humano tiene la característica de no quedarse. El anclares no es de su índole, navío sin cesar remontando espacios y tormentas. La personal existencia es un testimonio fiel de su vocación de remar, de descubrir nuevos paisajes y de subir a cimas cada vez más altas. La historia, por su parte, confirma que no hay sociedades sin evolución. Las que no logran evolucionar, perecen o disuelven sus identidades.

No basta entonces haber alcanzado cierto objetivo. Es preciso seguir creciendo, profundizando, subiendo. Llegar por ejemplo a una profesión es una meta. Más luego lo importante será saber más, ascender a la excelencia.

Un pueblo es una medida. Se lo cuantifica periódicamente, en estadísticas que se actualizan. Pero su expansión, determinada en números, depende de la calidad de su gente y de todo cuanto hace. Del mejor nivel que adquiere al paso de los años.

Así un país va de frente entre la vida de las naciones mirando desde lo alto el avance de la historia. Perdido en la llanura le pasan por encima los pueblos que tienen sentido de grandeza, compromiso y esfuerzo de superación.

El ir de frente es una virtud de transparencia, de altanera vocación de ser mejor. De mostrarse distinto, adelantado. Nuestra condición de existencia es vernos los unos a los otros, es " ser ante los ojos", descubrir dentro del mundo el peculiar "ser ahí", como dice Heidegger. Nos transparentamos en altitud y limpieza cuando el espejo nos devuelve en verdad una imagen elevada y pulcra.

Ése es el desafío, la consigna de la virtud social de ir de frente por la vida.

Juan Andres Cardozo
jacardozo@academicos.net

 *Filósofo, Escritor y Catedrático.

VOLVER ARRIBA